El día 11-6-1810, entre 5-6 de la tarde, en la
casa del Priorato de Ermelo estaban el escribano Juan Antonio de Ribas.
Levantaba actas de la recaudación de rentas a petición de Fr. Agustín García
Hevia, prior del monasterio y representante del abad de Poio, “administrador de las rentas del valle del
Morrazo, jurisdición de Cangas, Coto de
Meyra, Aldan, Bon (sic) – Bueu- y Villar”.
A continuación este escribano describe como
entraban en el monasterio “dentro del
zaguán y patio della... un instrumento tropel de homes armados con escopeta,
fusiles, ozes, chuzos y palos, , que por el bulto que hacían y estar en las
calles del Pueblo llenos de ellos, se veía a juizio prudente como dos cientos
hombres poco mas o menos, con la depravada intención, segun lo manifestaron por
sus hechos posteriores, de sorprender la casa, arrancarme de mano maior la
Provisión, ultrajarnos, robarnos, y llenarnos de oprobio, y vituperios, pues
sin dar lugar abrir las puertas cerradas...”
El que escribano continúa describiendo el motín, poniendo una serie de calificativos subjetivos a las intenciones de los
amotinados recalcando, sobre todo, en la idea última: “el recibo de pago, que era el IMAN de sus pérfidas
maquinaciones”.
Constata también, para “que a los tales sirva de castigo y a otros de
freno a los sucesivo a contener semejantes desordenes” os nomes dos
cabecillas da revolta: “Ventura Gonzalez de oficio Sastre, Antonio Marco,
Domingo Guimaran, Francisco Souto, Francisco Gallego, Domingo Villar, Martin
Pereira, Miliciano cumprido, veciño da freguesia de S. Martiño de Bueu e do Lugar de Meyro...” y hasta del encargado de
tocar la “trompeta o bucina” para la reunión previa a
los hechos.
Según Juan Antonio de Ribas, se resistió a
entregarles las Reales Comisiones y hasta les avisó de las fatales
consecuencias a las que se exponían. A lo que ellos mismos le solicitaron que
suspendiera todo el procedimiento de cobrar la renta, pues la gente, por quien
lo hacían, estaba amotinada, sublevada y decida con las armas a no pagar renta alguna, para eso querían recibos
firmados cómo pagadas y así sería hasta que hubiera Rey, pues entendían que no
lo había, ni sabían por dónde andaba, con quien estaba...
A lo que el escribano les hizo las “más serias y adecuadas reflexiones asegurandoles que
Nuestro Monarca era Fernando VII a quien habiamos reconocido y jurado...”.
Ante el cariz que iban tomando los acontecimientos
el escribano dice que intentó convencerlos de que pagaran aunque fuera la mitad “para
subvenir no solo el preciso sustento de los Monges, sino también de la
Contribución Patriótica”. Actitud y palabras que consiguieron dividir a los
sublevados que lograron, por lo menos,
suspender el acto de recaudación y que evitaron que ocurrieran cosas peores.
Nota: La
transcripción del texto original del legajo de la Sección Clérigo del Archivo
Nacional puede verse íntegra en el Libro “San Xoán de Poio” de Sergio Vázquez
Rouco pág. 120-121 o comunicándomelo en este enlace al que trataré de darle respuesta
lo antes posible.
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