Siempre que cae una página de ese gran libro en construcción
que es la LITERATURA, el paisaje de la belleza su esconde abrazada por las pequeñas
lágrimas de la niebla para llorar en solitario. En ese silencio sin retorno camina
ahora un artesano de la palabra, José Manuel Caballero Bonald, llevando en la
memoria un rincón de
Bueu.
Quiero recordar aquí la amistad y la simbiosis de Caballero
Bonald con el contorno de Bueu y non tanto al Premio Nacional de Poesía, al
Premio Cervantes, al Premio Francisco Umbral, ni al largo etcétera de títulos
que como poeta, novelista o ensayista aportan aureolas de reconocimiento a una
labor excepcional, tarea que dejo para los estudiosos y divulgadores de la
cultura en general y de la literatura en particular.
El médico José Luís Barros Malvar amigo de Caballero Bonald sirvió como imán para que éste se acercase a gozar en repetidas ocasiones de su casa de Pedrón (Udra-Beluso). Su afición por el mar lo llevó a estudiar también náutica y astronomía, pero, sobre todo, a gozar del contacto con él a través de la navegación. Aquí navegó, pero aquí también creó. Quien desee leer entre líneas en algunas de las obras de Caballero Bonald se encontrará con la amistad del galeno y con el mar apacible de la ría.
Pero también a Bueu de forma explícita en su obra como en «Entreguerras» (“... aquel tránsito brusco de Madrid a Sanlúcar de Barcelona a Praga de la Habana a Sevilla de Bueu a Jerez de París a Palma de Mallorca...”) o en «Mar adentro» donde en la página 31 habla de un “... anciano patrón de pesca gallego de Bueu, desembarcado estancado cerca de Barbate,...”. En la página 92: "...Compartir con esos marineros sus modestas faenas en la costa balear de Andraitx o en pontevedresa Bueu..." y en la página 196 cita a Carlos Casares “... que un marinero de Bueu al que llaman Capitán Lobo Negro, antiguo pescador de ballenas, murió del trallazo que le asestó a la embarcación donde iba un pulpo gigante...”
Amplío el abanico de citas que hacen referencia a Bueu de la mano del amigo Salvador Castro. En «Tiempo de guerras perdidas» página 185 de la edición de Anagrama de 1995: "Así cuando alguna vez (está hablando de su vida en la Escuela Naval) ha sido para seguir a Punta Udra, pasado Bueu, donde un viejo amigo, José Luis Barros, tenía -aparte de una hermosa casa- un velero con casco de madera realmente espléndido. Era una especie de reliquia de la arquitectura naval mantenida por los calafates de las Rías Bajas, creadores de una de las barcas más capaces y airosas que conozco: la dorna, con vela trapezoide y casco de tingladillo. Salir a navegar entre las islas Oms (sic) y las Cíes, era otra buena manera de intensificar la penetración en este recóndito mundo galaico que tanto me seduce". En otro momento dice que después de su tierra natal en Jerez, Udra es el lugar más hermoso que ha conocido, cita expresamente que por encima de los paisajes de Colombia.
Quisiera dejar constancia de que las arenas de
Pedrón al igual que la espuma de la ría hace tiempo que lloran tu ausencia. DEP
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