domingo, 14 de enero de 2018

«Revista Destino. Año 1942, nº. 254 (30 mayo 1942) Pág. 7»
Historia de la familia de los Xirivaos que de labriegos se hicieron marineros lo que hizo que cayeran en desgracia... Historia de naufragios, premoniciones, espíritus,…
Bueu es el lugar donde aparece y es enterrado uno de los Xirivaos….  El pazo del Casal, en ese tiempo taberna de Miguel Costas Acuña[1], la playa de Lapamán, ...
Vale la pena leer estas historias de raíces marineras de la mano de Cunqueiro:
Se perdió en el Gran Sol. Las cuadernas del cielo temblaban, azotadas por un Norés ciego y frío. La niebla llenaba hasta los bordes el pozo del mar. El «Sisán» rodó en la tempestad, como borracho. Desapareció sin dejar rastro. El Viluco dejaba siete hijos, el Carba, seis… Los periódicos de Vigo publicaron las consabidas fotografías de mujeres enlutadas, niños con grandes ojos pasmados. Retrataron la madre del grumete, Pedriño, el Xirivao. Yo conocía a Pedriño. Era muy medrado, claro de los ojos, tostado en la rillotería de la ribera. Era muy alegre rapaz. A su padre, el Xirivao, se lo llevó el mar, haciendo una costera del bonito. La madre quiso apartar al niño de la vida marinera, buscándole un oficio en tierra, en las fábricas, en cualquier parte… Lo encontré lavando vasos en la taberna de Redondelo.
-¿Sabe? -me dijo-. Embárcome en el «Sisán». Va al mar del Sol.
La madre se había liado con un mecánico y se desentendía del hijo.
-El Vituco no quería llevarme, pero el Sondón dice que habrá mala mar mientras esté un Xirivao en tierra. ¡Si me diera aquello!...
Yo le había prometido a Pedriño una vieja cazadora de cuero para su primer viaje. Se la di. Se embarcó con ella y con ella habrá muerto. Yo la llevaba puesta aquella tarde lluviosa, con Luisa… ¡Pobre Pedriño! El Cazás, apestando a aguardiente, me cogió del brazo en la taberna del Redondelo, acercó su boca desdentada a mi oído y susurró algo.
-¿Qué?
-Han visto el «Sisán». Dicen que tenían una promesa en San Andrés y vienen a ella.
El Cazás estaba bastante bebido, pero él no había soñado ni inventado la aparición del «Sisán».
-Los vieron unos de Bouzas, cerca de la Estaca.
-¿Verían al Pedriño con la cazadora? -pregunté sonriendo.
-¡Y verían! – respondió, grave, el Cazás.
Se corrió la historia por Cangas. Pepa, la del Viluco, fue a Pontevedra a consultarlo con las cartas. Salió que sí. Una hija del Carba vio en sueños a su padre, con la cara destrozada y los ojos abiertos, abiertos, …
Se olvidó la historia, como se olvidan todas las historias de los navíos perdidos y de los marineros ahogados. Pasaron varios años. Yo iba a pie de Bueu a Cangas y paré en el casal de Acuña a beber un poco. Estaba allí el Cazás, que llevaba el mismo camino que yo.
-¿Se acuerda del «Sisán»? -me preguntó.
-Acuerdo.
-Lo volvieron a ver. Lo ven dos o tres veces al año. Lo vieron cerca de Ons.
-¿Y Pedriño tenía la cazadora puesta?
-¡Tenía! Le encargué al Xemil que mirara bien si lo cruzaban. Y miró. Pedriño estaba con la cazadora, sentado a popa. Vieron al Viluco y a Manuel de Goás y al Mañá. El Xemil es arriesgado y quiso abordarlo, pero desapareció de repente «la fantasma» … El Cazás meditaba algo. El Cazás tenía entre pecho y espalda una historia.
-¿Quién haría el hechizo? -dijo-. No se sabrá nunca, pero yo creo que fue el padre de Pedriño, el Xirivao, el que se ahogó en la costera del año veinte. Y el Cazás contó la historia del Xirivao. Mejor dicho de los dos Xirivaos.

 Los Xirivaos eran de tierra adentro, de Pazos de Borbén, que es país de montañas. En Cangas trabajaban las tierras de maíz y los viñedos. Eran labriegos, que no marineros, y el viejo Xirivao, el abuelo de Pedriño no gustaba del mar. Cosechas son las de la tierra, el pan y el vino, y daba todo el mar, todos los peces y fantasías del mar, por un cacho de borona dorada, recendiendo a la cochura, y una taza de aquel blanco alegre y pícaro del Morrazo… El Xirivao era un labriego; no paseaba por el muelle ni acudía a ver la llegada de las barcas. El Xirvao gozaba contemplando las tierras, los árboles, las cumbres que asoman sobre Vigo, tierra adentro. Cuando el hijo, Manuel, se negó a trabajar en la tierra y quiso salir al mar, el viejo Xirivao le pegó y lo dejó por muerto en el corral. Pero Manuel escapó y anduvo de barca en barca y de «bou» en «bou» y un día aprobó para patrón de pesca. El Xirivao viejo se marchó de Cangas y no se volvió a saber de él. Decían que había maldecido al hijo y al mar, que había profetizado mil calamidades a los Xirivaos que salieran al mar.
-¡Ni ahogados tendréis paz! -maldijo.
Manuel Xirivao era patrón de pesca del «Lourditas». Se casó con la Raíña, que era mocita muy pulida, medio modista. El Xirivao pasaba los trabajos del mar, pero se consolaba con la Raíña, que era una mujer melosa, coquetuela y muy apañada. Andaba muy linda y tenía la casa como un espejo. El Xirivao pensaba que con él navegaba la suerte. Pero en la costera del año veinte quebró la racha y el «Lourditas» se perdió frente a Leixoes. Se salvó el Piquín.
-Al Xirivao lo agarró un golpe de mar y lo llevó por los aires. Aun lo vimos unos minutos, a babor. No podíamos hacer nada. Corríamos sin gobierno. El cadáver del Xirivao apareció en la playa de Gudiá.
El Piquin había visto el cadáver; lo reconoció. Era Manuel el Xirivao, comido por el mar, hinchado y podre, pero el Xirivao, patrón de pesca del «Lourditas». Lo enterraron …
Un mes después, cerca de Bueu, en la playa de Lapamán, apareció un cadáver. Tendría como cinco días de mar. Lo identificaron: era Manuel el Xirivao. ¡Imposible! Pero no había duda: era Manuel el Xirivao, el ahogado de Leixoes. Lo enterraron en Bueu.
El Piquin no quiso creerlo. El Piquín estuvo en Gudiá el día del entierro del Xirivao y también estuvo en Bueu. Era el mismo cadáver, con la misma ropa destrozada, la misma inchazón, la misma podredumbre… El Piquín enfermó y veía al Xirivao en todas partes.
-Un día lo he de ver ahogado de verdad, decía.
Una mañana encontraron a Piquín en el cementerio de Bueu. Se había vuelto loco. Murió entre horribles miedos, gritando, rechazando con las manos al Xirivao, al patrón del «Lourditas», que no estaba ahogado, que estaba sentado en la cama del Piquín remendando una red, una red blanca, que olía a carne podrida.
La mujer del Xirivao, la Raíña, dio a luz. Pedriño era niño medrado, vivaz, rillote. Lo llevaron a San Benito el Negro, para que los aires del padre no le acogiesen. Creció jugando en la playa. La Raíña se había dado un poco a la bebida y pegaba al rapaz. No quería que fuese marinero. Pedrín anduvo de criado por las aldeas. La Raíña tenía cuarenta años, pero aun conservaba aquel garabeo, aquel donaire, aquella polidura. El mecánico, Justo, la rondaba y terminaron por enrolarse juntos. La Raíña se despreocupó del hijo, que vino de mozo a la taberna del Redondelo. Pedriño tenía la fantasía del mar. Contaba la historia de su padre.
-Como quería el mar a mi padre, que lo trajo hasta Bueu.
El Viluco no quería embarcar al rapaz. Pero Sendón se impuso. El Sendón aseguraba que el Piquín había sido toda su vida un quisicosa, que ni el mar lo quiso, y que el Xirivao era un fachendoso, un marinero, un timón, un aparejo, un borracho. El Sendón embarcó a Pedriño en el «Sisán».
-Portate bien -le dijo-, que la mar es muy agradecida.
-Esto del «Sisán» -comentó el Cazás, es cosa de los Xirivaos. No está bien mudar de casta. El labrador para la tierra y los marineros para la mar. Lo contrario es como casarse con extranjera o mujer que no sea de la misma clase de uno. Entonces vienen los amores desesperados…
El Cazás tenía razón. Yo pretendía comprender esto bien. Oía a Pedriño: «¡Cómo quería el mar a mi padre!» Si, tenía razón el Sendón, el mar es muy agradecido. La tierra no es así, devora cadáveres. La riqueza del mar es mayor: devora hombres vivos; es ciega y apasionada, tiene sangre en las venas y te puede acariciar con la mano, mientras rueda la ola por las arenas y la espuma susurra, susurra como una nana… Y te lleva a ella, a su pecho, a su vientre, a sus labios, a sus cosechas, cuando eres mozo todavía y tienes la boca fresca, los ojos alegres, el corazón latiendo. Los Xirivaos se dejaron coger por la ancha mar. Habían venido de la montaña, pero aquí, en la ribera, se les hicieron los ojos claros… Cualquier día, un marinero de Ons o de Estribela se cruzará con el «Sisán», que llevará en el puente de mando a Pedriño y a Manuel el Xirivao echando la red con el Sendón, con el Mañá, con el Xemil, con el Villuco, con Maumau, con Manuel de Goás, con Pedro de Forxán,…, con todos los que dejaron el maíz y el viñedo por el Gran Sol y la fantasía del mar… La mar es muy agradecida.”


[1] Que se lo comprara a la familia Aldao el 18-1-1914.

lunes, 1 de enero de 2018

Echan cohetes en la Carrasqueira, en la Banda do Río, ... nos felicitan el Año Nuevo... Yo quiero hacer lo mismo con todos los que os acercáis al blog, del que pronto llegaremos a las 100.000 visitas (en las tres versiones, dos en gallego y una en español).
Aprovecho para recordaros que en 1937 eran tiempos en los que las gentes en Bueu andaban a las órdenes de la sirena de la fábrica que a modo de silbato organizaba la vida de mujeres y hombres de las parroquias de Bueu. También eran tiempos difíciles y luctuosos para muchas familias. Todo o casi todo pendía de un hilo, de un salvoconducto, de un permiso... por lo que para avisarse en las parroquias se recurría a las campanas. Si había una muerte, igual que ahora, tocaban a difunto o a gloria, según la edad de éste; a ‘arrebato’ si era para avisar de una desgracia, catástrofe o peligro ... Pero al cura de Beluso, José Mª Blanco Clemente,  se le ocurrió algo mejor que tocar la campana: ¡Echar cohetes!
Peregrinación a Santiago de la parroquia de Beluso
Así tenemos constancia que para hacerlo solicitó autorización al Comandante Militar de Bueu[1], máxima autoridad en esos momentos. Éste le concedió el permiso y se lo comunicó al Alcalde-Delegado Civil de Bueu en los siguientes términos:
Tengo el gusto de comunicar a V. que he autorizado al Sr. Cura Párroco de Beluso para que en la madrugada del día 7 del actual pueda hacer uso de dos o tres cohetes (cohetes, no bombas) con el fin de avisar a los niños de aquella parroquia que han de asistir a la peregrinación, a Santiago de Compostela, que tienen organizada; y otros dos o tres cohetes a su regreso en la tarde o noche del mismo día, al objeto de que los respectivos padres pasen a recogerlos. Dios guarde a V. muchos años.
Bueu 5 de Julio de 1.937.
El Comandante Militar”
Firma: Gonzalo Torrente


[1] Gonzalo Torrente