Puede que muchos de vosotros nunca hayáis
oído hablar de Darío Lameiro.
Darío Lameiro Sarachaga (1849-1928) era
un empresario vigués que tenía[1]
dos fábricas-almacén de salazón en la Playa de Beluso y otra en Balea (Cangas),...[2]
Cierto día, a mediados del mes de
junio del año 1900, recibió una carta anónima que le exigía 25.000 pesetas a
cambio de no “quemarle las entrañas después de quemarle las fábricas”. La
cantidad debía depositarla al pie de un gran pino que había cerca del camino
(hoy carretera) que va de Bueu a Beluso.
Avisada la Guardia Civil ésta le
aconsejó seguir las instrucciones de la nota pero no sin antes apostarse cuatro
guardias civiles en distintos puntos para vigilar la recogida de la caja con el
supuesto botín.
Efectivamente, fue sorprendido “in
fraganti” el extorsionador que vino a ser un padre de familia -tenía cuatro
hijos-, vecino de Bueu que, desesperado por las penurias familiares, lo llevó a
maquinar tal delito.
El Sr. Lameiro conociendo las circunstancias
que condicionaban al autor de este acto quiso perdonarle y que lo dejasen en libertad. Pero la Guardia Civil no lo
consintió y lo puso la disposición del juez municipal de Cangas.
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