martes, 24 de febrero de 2015

Cencerrada en Beluso

El Liberal (14-1-1908 páx. 4)
Desde el medievo y a lo largo de toda la geografía peninsular había por costumbre, principalmente en los pueblos pequeños y aldeas, que cuando uno viejo se casaba con una joven o una vieja con un mozo, o cuando uno de los contrayentes era viudo o los dos eran muy mayores de edad, que si el contrayente era forastero,.. hacerles en la noche de bodas un rito nupcial muy especial, que podía repetirse hasta nueve noches sucesivas. Consistía en que las gentes, principalmente los jóvenes del lugar molestaban a los recen casados que el que se dio en llamar cencerradas, pandorgas o matracas pues producían ruidos cual música desapacible utilizando chocas, cencerros, cuernos, sartenes, hierros viejos, cornetas, panderos, etc., Pero en el caso que estos hubieran hecho una fiesta en la que estuvieran invitada toda la gente del lugar casi siempre desactivaban esta ceremonia.
La explicación sociológica ve de la mano de la no aceptación de tal unión por entrar en conflicto con las normas o valores del grupo social al que pertenecen.
A veces el escarnio y perjuicio era tal que eran censurados y castigados los participantes de la misma.
En nuestra villa aunque estaban explícitamente prohibidas[1] por bandos municipales, estos no eran impedimento para que esta costumbre estuviera muy arraigada en las gentes. Para muestra, el ejemplo colocado al inicio, de Beluso que, por lo acontecido, trascendió a la prensa.



[1] La Iglesia también prohibió ya desde los s. XII, pero sería el Concilio de Turín a mediado del s. XV cuando lo hizo explícitamente. Muchos gobiernos también lo prohibían como en el caso de Carlos II donde se penaba con multa y cárcel.

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