El Liberal (14-1-1908 páx. 4)
Desde el medievo y a lo largo de toda la geografía peninsular había por
costumbre, principalmente en los pueblos pequeños y aldeas, que cuando uno
viejo se casaba con una joven o una vieja con un mozo, o cuando uno de los
contrayentes era viudo o los dos eran muy mayores de edad, que si el
contrayente era forastero,.. hacerles en la noche de bodas un rito nupcial muy
especial, que podía repetirse hasta nueve noches sucesivas. Consistía en que
las gentes, principalmente los jóvenes del lugar molestaban a los recen casados
que el que se dio en llamar cencerradas, pandorgas o matracas pues producían
ruidos cual música desapacible utilizando chocas, cencerros, cuernos, sartenes,
hierros viejos, cornetas, panderos, etc., Pero en el caso que estos hubieran
hecho una fiesta en la que estuvieran invitada toda la gente del lugar casi
siempre desactivaban esta ceremonia.
La explicación sociológica ve de la mano de la no aceptación de tal unión
por entrar en conflicto con las normas o valores del grupo social al que
pertenecen.
A veces el escarnio y perjuicio era tal que eran censurados y castigados
los participantes de la misma.
En nuestra villa aunque estaban explícitamente prohibidas[1] por
bandos municipales, estos no eran impedimento para que esta costumbre estuviera
muy arraigada en las gentes. Para muestra, el ejemplo colocado al inicio, de
Beluso que, por lo acontecido, trascendió a la prensa.
[1] La Iglesia también prohibió ya desde los s. XII, pero
sería el Concilio de Turín a mediado del s. XV cuando lo hizo explícitamente.
Muchos gobiernos también lo prohibían como en el caso de Carlos II donde se
penaba con multa y cárcel.
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martes, 24 de febrero de 2015
Cencerrada en Beluso
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