Desde los años
veinte del siglo pasado el santoral bueués tiene un santo más. Conocido por
todos sus dvotos como San Vir-Elas. Hasta la eliminación del local “Círculo
Náutico de Bueu” presidió una de sus paredes en un cuadro que se le atribuye al
eximio dibujante Federico Ribas. El cuadro pintado con técnica de tinta y
grafito sobre papel de 60 x 43 cm, actualmente en los depósitos del Museo Massó
de Bueu.
Hace años el
poeta Luís Ríos Dopazo escribió sobre el origen de San Vir-Elas y este es el
documento que les transcribo a continuación para que aquel que no lo conozca
decida ponerlo o no en su lista o santoral particular:
"Hoy en día aún podemos
decir que, sin pensar en ello, nos sale para fuera una devoción para poner
delante de las brujas y los duendes, vagando por caminos y encrucijadas, velas
y candiles para hacerle dar vueltas. Por ello, creo que mi historia es
auténtica del país gallego, aunque mezclada y llena de paganismo celta.
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Copia cedida por Manuel Aldao |
Esto aconteció cuándo en
una partida de dominó hay uno de los jugadores que no le va la buena y al lado
de él está un hombre como Federico Ribas. Este había nacido en Vigo en el 26 de
noviembre de 1890 y tenía la reputación de ser hombre muy culto y de mucha repercusión
pues en su tiempo destacaba como dibujante tanto en las Américas como en
España. En Francia llegó a ser director artístico de la revista parisina ‘Mundial’;
trabajó en ‘Elegancia’ y también colaboró en la ‘Le Rire’, así mismo en otras
editoriales.
Pues bien, este Federico
Ribas pasaba los veranos en Bueu ya que un gran compañero del señor Gaspar
Massó. Federico después de terminar de comer acompañaba al señor Gaspar al
Casino a tomar café y presenciar la partida de dominó. Era el Ribas un espectador
muy atento, oyendo y imaginando sobre lo que decían los unos y los otros sobre el
juego.
Un día sucedió una cosa
extraordinaria, que motiva de que hoy yo pueda hacer la historia que estáis a
leer. Todo sucedió así, y de eso, humildemente, damos testimonio para la
historia
Uno de los jugadores,
Barreiro el de la Bomba, pues por tal era conocido en el pueblo ya que usaba
dicho instrumento para despachar gasolina, coincidió que tenía mala suerte en
el juego –‘no le iban’-; siempre llevaba malas fichas, lo ahorcaban los dobles,
y el bueno del hombre, cuando alguien le decía:
- ¡Muy mala suerte tienes,
Barreiro!
La cosa estaba hecha. El
genio creativo del Ribas, que escuchaba callado, hizo y se encargó del resto.
Un día llegó al Casino con un dibujo que podéis mirar aquí al lado. Yo hasta creo
que se parece un poco al señor Barreiro. El dibujo representa ‘San Vir-Elas”. El
‘Santo’ además de la corona tiene unos pelos y barbas fenicias, en la mano
izquierda una taza de café humeante y en la derecha un bastón de peregrino
donde prende la soga que ahorca el miserable seis doble, ingrato y
desagradecido ser de las partidas de dominó, de extraña cabeza, ojos cerrados y
brazos de pollo muerto.
Como todo “santo” que se
respete tiene la cintura de cuerda y en un extremo le cuelga y pende una cabeza
de ajo, remedio probado contra las brujas.
En otro lado tiene un llavero
donde cuelga un aviso de la mayor importancia para los devotos: “Cerrad sin
preguntar”. Primera orden del “San Vir-Elas”, creo yo, a todos los jugadores de
dominó y que procuraran ahorcar el seis doble. No podían faltarle a nuestro
santo “un par de ángeles revoloteando y la serpiente pecaminosa”.
Cuando el “San Vir-Elas”
estuvo entronizado en el Casino enseguida los devotos del pueblo comenzaron a
traerle ofrendas para que les diera suerte en el juego. Unos traían un tomate,
otros una cebolla, pero siempre eran los mejores productos de la huerta pues el
irónico “San Vir-Elas” no se dejaba engatusar por cosa ruin.
Según los más eruditos
investigadores del “santo”, el primer milagro suyo lo realizó con el compañero
Américo, buen hombre y mejor ‘pieza’. El Américo es buen católico; va a misa y
confiesa, como todo católico, una vez por año sí no hay peligro de muerte, que
en cuyo caso lo hace cuantas veces haga falta.
Un día, según él me contó,
estando soltero, acompañando a su novia a casa vio un limonero extraordinario,
propiedad de la madre de la chica, con unos limones de mucho cuidado. Jugando
con la suerte, robó un limón y se lo llevó al “San Vir-Ellas”. Ofrecer el limón
y tener suerte en el juego fue todo uno. Él no cree en las brujas, pero ese día
jugando el julepe fue la primera vez en su vida que ganara tanto dinero. Y
dicen que gritó:
-“San Vir-Ellas, yo no
creo en las brujas, pero desde este momento en ti confío”.
Fue pasando el tiempo y la
devoción al “San Vir-Elas” fue decayendo. El santito miraba salir y entrar a la
gente en el Casino, pero nadie pedía un deseo. Eran tiempos malos hasta para
los santos, pero el “San Vir-Elas” sabe esperar. En efecto, un buen día una
pandilla mirando al “santo” lleno de telas de araña decidieron limpiarle el
polvo y el barro; lo dejaron nuevo de estreno. Luego, propusieron de común
acuerdo hacer algo por él.
¿Respetar la tradición? ¿Organizar
alguna cosa nueva? Vencieron los innovadores, los de esperanza en el futuro;
había que sacar al “San Vir-Elas” a tomar el sol un poco, pues ya hacía mucho
tiempo que no había visto el sol lo pobre del santo. Cosa hecha. La semana
siguiente de la fiesta de Santiago en el monte Hermelo, hicieron sus devotos
una fiesta campestre allá arriba con todo el boato necesario. Bien, no penséis
mal. No hubo misa, pues los santos castizos no están canonizados. Sin embargo,
la romería fue de mucho bombo. Tocaron los gaiteros del Ayuntamiento, hubo
sardinas y costillas de cerdo asadas con vides de viña y ‘carozo’ de maíz, como
en los viejos tiempos. Todo fue mezclado con el buen vino de Cela y daba placer
mirar a todo el mundo saltando al son de las muiñeiras y la gente gritaba y
gritaba hasta el cielo como diría Castroviejo.
Desde aquella, el “San
Vir-Elas” tiene su fiesta en la primera semana de agosto. Yo espero el día en
el que el “San Vir-Elas”, aunque sea quedando en la puerta de Iglesia, tenga su
misa a pesar de su casticismo, y a quien el pueblo se lo dio el Señor se lo
bendiga.
Escrito por el devoto de “San
Vir-Elas”
LUÍS RÍOS DOPAZO